Desde que se tiene registro del ser humano, también se conoce sobre su historia y acerca de su arte.
Las pinturas rupestres dieron inicio a la expresión artística como mecanismo para mostrar las funciones y luchas de una sociedad primitiva, la supervivencia, el hambre de evolución. Y, a pesar de que han pasado milenios desde aquellas primeras formas, el arte contemporáneo -incluido el teatro por supuesto- se mantiene vigente como un medio para el ser social.
No podemos negar que el teatro es una manera de hacer política, pues como actividad humana, involucra una ideología -para la clase explotadora, una forma del “deber ser”-. Muchos académicos son detractores de lo anteriormente expuesto, sin embargo, no se dan cuenta que ese rechazo es también una posición ideológica. El Homo Sapiens de la actualidad no puede ser imparcial, se estaría yendo en contra de sí mismo. Una persona neutral es una persona irreal.
Las élites intentan vender el teatro y las demás expresiones artísticas, como algo de las altas esferas, algo a lo que los trabajadores no pueden acceder por su condición de explotados. Hasta el día de hoy las tablas son usadas como el trampolín perfecto para mantener la dominación de la burguesía. Mostrándose a sí misma como la aspiración a donde debe apuntar la sociedad. Son estos esfuerzos excepcionales por engañar a la humanidad lo que deja ver que el capitalismo está en su peor etapa.
A pesar de las clases dominantes y sus sabotajes -como Milei y su absurdo concepto de marxismo cultural- son cada vez más los pueblos del mundo que buscan eliminar las barreras del trabajo teatral. En las últimas décadas se ha visto un auge impresionanteen las escuelas de formación artística popular. Los medios de producción teatral dejaron de ser propiedad exclusiva de las grandes corporaciones.
Han nacido nuevos métodos de actuación, donde se busca que los intérpretes vivan de manera honesta la obra, donde los protagonistas son a la vez los espectadores y así dejan en el pasado las divisiones entre principales y “el colectivo”, hoy todos son parte de la dramaturgia. Las tragedias y comedias denotan las necesidades de cambio: una sociedad transformada es una sociedad justa, libre y llena de oportunidades.
El maestro Brecht propone entonces una poética diferente: el espectador le da al actor, y por lo tanto al personaje, el poder de pensar en lugar de él, sin embargo se reserva el derecho de pensar por si mismo e incluso de no estar a favor de lo expresado por el personaje. Es así como en lugar de alguna suerte de catarsis, se llega a la concientización que dará paso al llamado a la acción.
Por otro lado, Augusto Boal, autor de “El teatro del oprimido”, sistematizó cuatro etapas para el proceso de transformación del espectador en actor.
En la primera etapa está el conocimiento y reconocimiento del cuerpo y el espacio. La segunda se trata de tornar el cuerpo en uno expresivo.En la tercera se trabaja el teatro como lenguaje. Y finalmente la cuarta revela a el teatro como discurso.
Métodos y formas como estos, son el inicio de una revolución. Una donde el arma más poderosa es la creación, un fusil al que es necesario brindarle fuerza y apoyo para dar paso al escenario perfecto para la liberación de los oprimidos. La reinvindicación
del teatro y los artistas populares es imperativa; volver a los inicios donde las obras eran realizadas por la masa y para la masa nos hará romper las cadenas de una vez por todas.
Autor: Franccesco Carvajal
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Muy interesante y profundo. Adelante con ese pensamiento innovador